A mediados del siglo XV
- Es una de las conclusiones a las que ha llegado el Programa de Arqueología Urbana, equipo que a finales de 2011 dio con este contexto
- “Este piso formó parte de un contexto vivo donde se llevaban a cabo ritos en los que interactuaba una serie de elementos”: arqueóloga Lorena Vázquez Vallín
Ciudad de México – 06 de Diciembre de 2015 – El piso de lajas de tezontle —16 con representaciones de carácter bélico y 10 más de onduladas serpientes— descubierto hace un par de años por arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en la Plaza Manuel Gamio, formó parte de un patio aledaño al Templo de Huitzilopochtli, donde en la época de Moctezuma Ilhuicamina (1440-1460 d.C.), los mexicas posiblemente incineraban a los guerreros caídos en batalla.
La anterior es una de las conclusiones a las que ha llegado el Programa de Arqueología Urbana (PAU), equipo que a finales de 2011 dio con este contexto. En opinión de Lorena Vázquez Vallín, arqueóloga integrante del PAU, el espacio tenía una gran carga simbólica al representar el Coaxalpan (“Sobre el suelo arenoso de las serpientes”), uno de los lugares vinculados al mito del nacimiento del dios solar Huitzilopochtli.
En el marco de la Primera Mesa Redonda de Tenochtitlan organizada por el INAH en El Colegio Nacional, Lorena Vázquez explicó que —según lo asentado por los cronistas Hernando Alvarado Tezozómoc y Diego Durán— los tenochcas (entre quienes obviamente iban los deudos de los guerreros fallecidos) avanzaban por las calles de la antigua ciudad entonando cantos y soltando llanto hasta desembocar en el patio contiguo al templo del dios de la guerra, donde danza y música eran el preludio de la incineración de los cuerpos.
“Aunque nosotros sólo vemos relieves, este piso formó parte de un contexto vivo donde se llevaban a cabo ritos en los que interactuaba una serie de elementos: de tipo móvil, de carácter auditivo (cantos, rezos, etcétera) y el uso de aromas, como el del copal. Todo el conjunto nos permite interpretar el espacio”.
Respecto al análisis iconográfico de los relieves de la Plaza Gamio —los cuales están distribuidos en una superficie de 20 x 3.5 m y serán visibles en cuanto abra el nuevo acceso a la Zona Arqueológica del Templo Mayor—, éstos constituyen en sí mismos un sistema de comunicación definido por la etnohistoriadora Elizabeth Hill Boone como semasiográfico, es decir, que representa ideas independientes de la lengua.
Las imágenes talladas en las lápidas de tezontle trabajan en conjunto con la memoria, la voz y el saber de aquellos capaces de leerlos: “Los sistemas semasiográficos transmiten el significado a través de su propia estructura, sin requerir la referencia a los sonidos del discurso; por tanto, gente que hablaba diferentes idiomas pudo leerlos”.
Cabe recordar que en 1900 Leopoldo Batres encontró siete losas de este tipo en el lado del Templo Mayor correspondiente al adoratorio de Tláloc. Asimismo, el equipo del proyecto hermano: Templo Mayor, ha descubierto 27 más en ese mismo lado del templo, losas con atributos del rostro de la deidad de la lluvia y los símbolos del manantial, el remolino, la nube, etcétera.
Los expertos del PAU, programa bajo la supervisión del arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, exhumaron las imágenes (en bajo y medio relieve) de diez serpientes, un guerrero, dos víctimas sacrificiales, una mariposa con cabeza humana, la mitad de un glifo anular con dos flores, tres divisas de papel plisado, dos ornamentos de turquesa, además de los símbolos de la nube, la flor, el día/la fiesta, el dardo y la guerra sagrada.
Lorena Vázquez, quien lleva a cabo un estudio sobre este hallazgo, se detuvo en el análisis de algunas representaciones. Por ejemplo, de las diez lajas que aluden a serpientes reptando, dos incluyen el símbolo del chalchihuitl (cuenta de piedra preciosa); si se interpreta como una fecha, quizá estaría señalando la importancia del día 1 Serpiente, cuando (según las referencias de Sahagún) nacían personas diestras para la guerra.
La arqueóloga abundó en la representación de la mariposa con cabeza humana y del dardo, los cuales —remitiéndose a alusiones en fuentes y a la propuesta del doctor Guilhem Olivier Durand— “nos hace pensar en la representación del alma del guerrero muerto, pues la creencia era que se convertían en aves o mariposas que ayudaban al sol en su batalla diaria contra las fuerzas nocturnas”.
Sobre las losas con la imagen de un decapitado, éste se encuentra ataviado con los atributos del dios guerrero Mixcóatl. En el caso de la flor representada en otra de las lajas, ha sido identificada con la flor alucinógena sinicuichi, pero la arqueóloga sostiene que también concentra la figura de un cuchillo de sacrificio, así se estaría simbolizando la idea —conocida por los cantares mexicas— de que “los guerreros eran como flores que se recogían en el campo de batalla”.
A partir de este análisis iconográfico —concluyó—, es posible sostener que este piso era, dentro del contexto general del Templo Mayor, una recreación arquitectónica del mito del Monte Sagrado, parte del citado Coaxalpan, pero también fue un espacio funcional con una carga simbólica muy importante.
Fotografía: © Héctor Montaño, INAH – www.inah.gob.mx
Información y fotografía cortesía del:
Instituto Nacional de Antropología e Historia
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