En 1952, para controlar el agua del valle del Nilo, el Gobierno egipcio ordenó la construcción de la Presa de Asuán. A pesar de las buenas intenciones, el plan acabó teniendo graves repercusiones que se arrastraron durante décadas. El proyecto era enorme y vuelto a estimular la industrialización del país, pero conllevó costes considerables. Como resultado de la construcción de la presa, Nuria, una región muy rica en vestigios arqueológicos, se sumergió. Cinco años más tarde, Egipto y Sudán pidieron a la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ayudas para la recuperación de los templos de Abu Simbel y File. Muchos países apoyaron la campaña internacional para ‘Salvar los Monumentos de Nubia’, que llevó al nacimiento del Comité del Patrimonio Mundial, señalando así el comienzo de la protección de los edificios históricos tal como la conocemos.
Hoy en día, 802 bienes culturales disfrutan del privilegio de formar parte de la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. A pesar de contar con el apoyo de historiadores y románticos, la UNESCO también tuvo que lidiar con un número creciente de detractores. De echar un vistazo a las preocupaciones detrás de las críticas, se entiende el porqué la UNESCO y otras organizaciones similares tengan hoy que justificar sus luchas y nos plantea la cuestión de que si la misión de protección de los sitios históricos esté bien definida como pareció en aquel entonces.
La lista del Patrimonio Mundial como Guía de Turismo
Una de las preocupaciones mayores es la influencia que la protección de edificios ejerce en el turismo. Por lo general, el deseo de los gobiernos de que un sitio local se inscriba en una lista de protección no se debe tan solo a su voluntad de proteger su patrimonio cultural sino también a una estrategia de marketing. La denominación “Patrimonio de la Humanidad” se ha convertido en una marca muy eficaz, pero no siempre los flujos de turistas atraídos por ella son una buena noticia. Si por un lado el turismo estimula el crecimiento económico (a menudo se establecen rápidamente hoteles, restaurantes y tiendas), por el otro el patrimonio cultural llega al punto de perderse en la multitud de gente y el área que lo rodea se vuelve irreconocible. Eso sí, el problema es más grave donde no hay infraestructuras adecuadas para acoger a multitudes de visitantes regularmente. Un ejemplo muy discutido es la inclusión del templo de Angkor, Camboya, en la prestigiosa lista. Desde su ingreso en 1992, el número de visitantes anuales ha pasado de unos pocos miles a millones, convirtiendo el pequeño y tradicional pueblo de Siem Reap en una “mini Las Vegas”, tal como la definió recientemente el periódico The Guardian, ya que sirve de puerta de acceso al sitio protegido por la UNESCO.
Cada vez más, este problema está empezando a afectar también a las ciudades más grandes acostumbradas a acoger a muchos turistas todos los días. Italia, el país con el número mayor de edificios protegidos por la UNESCO, es un caso paradigmático de esta lucha. Venecia, Florencia y Roma están tratando de encontrar una manera para transformar los centros históricos en zonas peatonales. Barcelona, que cuenta con nueve sitios inscritos en la lista UNESCO, dio a conocer hace poco sus planes para crear “espacios para los ciudadanos” e impedir el acceso de coches a zonas específicas con el fin de reducir la contaminación del aire y del ruido allí donde se encuentran los sitios del Patrimonio de la ciudad. Italia podría tomar nota de la medida. Mientras el sello del Patrimonio Mundial debería proteger a los sitios culturales, a menudo la afluencia de los turistas atraídos por el mismo no hace más que lo contrario. De nuevo, el templo de Angkor Wat es un buen ejemplo de cómo el turismo puede empeorar el deterioro de los edificios más antiguos. Millones de personas pisando diariamente un sitio tan frágil simplemente no es sostenible. Por lo tanto, es lógico preguntarnos: ¿por cuánto tiempo podemos seguir así antes de que los sitios del patrimonio Mundial se dañen de forma irreversible?
Conservación y Desarrollo Urbano
Los detractores también afirman que a medida que las listas de protección del patrimonio siguen creciendo cada año, las ciudades con varios sitios de interés y las que incluso fueron declaradas Patrimonio Mundial, tienen problemas a la hora de desarrollarse. Para muestra un botón. Tanto la “Old Town” (Ciudad vieja) medieval como la “New Town” (Ciudad Nueva) del siglo 18 de la ciudad de Edimburgo (Escocia) fueron declaradas Patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1995. Los proyectos de renovación urbana, que incluyen la demolición de algunos edificios de interés histórico que dan a la plaza de St Andrew y la construcción de nuevos edificios de uso mixto, son difíciles de llevarse a cabo por estár en contra a la política de protección de la UNESCO, además de la opinión pública. El delicado equilibrio entre la protección del patrimonio histórico y el desarrollo urbano es muy difícil de alcanzar. “Siempre hay una tensión entre el deseo de desarrollar un sitio y preservar su patrimonio arquitectónico”, dijo Ian Perry, jefe de planificación urbana del Consejo de Edimburgo.
Sin embargo, encontrar un punto medio entre la conservación y el desarrollo es, posiblemente, la única manera de hacer frente a este problema. Una idea es atribuir una nueva función a un sitio histórico, tal como hizo RMJM en Glasgow convirtiendo una casa de baño del siglo 19, una de las más antiguas de la ciudad, en lo que es hoy la Bath House Gallery, una de las galerías privadas más importantes del mundo gestionada por el Modern Institute. Aún así, es cada vez más difícil para las organizaciones de protección de los edificios encontrar una respuesta a estos problemas. Por ello, será fundamental que estas colaboren con los ayuntamientos y las empresas privadas y estén abiertas a buscar compromisos para evitar ser aplastadas en un mundo liderado por las grandes economías en desarrollo y donde un estancamiento puede significar la ruina. A medida que la lista del patrimonio mundial se va alargando (durante la 40ª reunión del Comité del Patrimonio Mundial se inscribieron 21 nuevos lugares de interés), también crece el número de sus detractores.
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